Carboneg venderá créditos de carbono procedentes de 5 mil hectáreas de campos chilenos al año
La firma europea busca incorporar al sistema tierras agrícolas y ganaderas en todo el país. Ya tiene 4.500 hectáreas bajo monitoreo en el sur, entre ellas, tres estancias en Magallanes. Ofrece capturar el CO2 de la atmósfera, conservándolo en el suelo, a través de procesos regenerativos que además mejoran la productividad. El dueño de la propiedad genera un ingreso con la venta de los remanentes de su huella de carbono.
La firma checa de agricultura regenerativa Carboneg ha decidido vender bonos de carbono procedentes de 5 mil hectáreas de tierras chilenas este año. Ya tiene bajo monitoreo 4.500 hectáreas de campos en el sur del país donde está aplicando técnicas de producción regenerativas, que permiten capturar el CO2 de la atmósfera, conservándolo en el suelo.
Estos bonos nacen después de un proceso que implica cambiar la forma de operar los campos, a través de proyectos que reducen o eliminan las emisiones de gases de efecto invernadero. La rebaja se mide anualmente, transformándose en un “crédito” por cada tonelada de carbono, que gracias a esas medidas no es liberada a la atmósfera.
Cada “crédito” se vende en el mercado internacional, donde es comprado por empresas o instituciones para compensar sus propias emisiones acorde las obligaciones del Protocolo de Kioto (ver recuadro). “Capturar CO2 de la atmósfera y conservarlo en el suelo, es lo que hacen la ganadería y agricultura regenerativa. Carboneg mide el carbono inicial en el suelo, mediante toma de muestras y laboratorios. Luego, implementa las prácticas regenerativas y al año siguiente se vuelve a medir y se paga por ese diferencial”, explica a Pulso La Tercera, Antonio Kusanovic, representante de la firma europea.
Claro que todo depende de las condiciones de donde se ubique la tierra. En zonas como Los Ríos y Los Lagos se pueden capturar de 1 a 5 toneladas de carbono por hectárea, porque sus praderas verdes se mantienen por mucho más tiempo, dada la humedad que existe en esos sectores, mientras que en zonas como el Maule, Biobío, Magallanes y Aysén, la cifra fluctúa entre 0,2 a 1 tonelada por hectárea, y lugares como Coquimbo y Arica podrían demorar 2 a 5 años en capturar 0,5 toneladas.
Actualmente Carboneg, una startup enfocada en la agricultura y el clima, fundada por el emprendedor checo Václav Kurel, tiene acuerdos para aplicar su fórmula en 4.500 hectáreas en el sur del país, entre las cuales se cuentan tres estancias en Magallanes. Y Kusanovic estima que el potencial es enorme: “El requisito esencial es tener agricultura o ganadería regenerativa”, detalla el ejecutivo.
Esas prácticas permiten que aumente la fertilidad de los pastizales, porque se basan en principios como ir regenerando naturalmente la hierba, ya que al desplazarse de una zona a otra, el ganado se alimenta de pasto fresco, incorporando abono verde y animal, permitiendo el ciclo vital. En las explotaciones agrícolas, implica el uso de biofertilizantes, rotación de cultivos, menor alteración del suelo y siembra directa, entre otros. “La metodología regenerativa mejora los índices productivos más allá del carbono. El carbono en sí pasa a ser la guinda de la torta en este caso”, señala Kusanovic. Las prácticas de agricultura regenerativa también suponen menores costos.
Agrega que la agricultura está en una posición única para capturar el carbono. Un suelo con altos niveles de carbono es más fértil y tiene mayor capacidad de retener agua, lo que lo hace más resistente a la sequía y a la erosión. Conforme una explotación va incrementando el carbono en el suelo, la agricultura puede ir cosechando una serie de ventajas económicas, como gastar menos en fertilizantes.
Kusanovic advierte que esto está recién empezando: “El carbono es lo que se está transando ahora, pero pronto vendrá el ciclo de agua, biodiversidad, minerales, etc... será un pool completo de procesos ecosistémicos y la producción regenerativa aumenta todo”, sostiene.
Cultivar la tierra con prácticas de conservación, que frenen la erosión del suelo y reduzcan las emisiones contaminantes, contribuye a la sostenibilidad ambiental, pero además puede suponer una nueva fuente de ingresos para el agricultor.
Respecto de cómo pueden los agricultores entrar en el mercado de los créditos de carbono, Kusanovic explica que la mejor forma es realizando “una transición” eficiente desde un modelo de agricultura convencional, a una ecológica.
¿Es este mecanismo recomendable para todo tipo de producción ganadera y/o agrícola?
-La transición siempre es difícil, existen empresas, por ejemplo, las ganaderas, donde los resultados se ven muy rápido. La pradera es más resiliente que un cultivo monoespecie. En agricultura es posible que los niveles productivos disminuyan en un principio, pero eventualmente será mucho más resiliente, no será necesario mantenerse aplicando productos químicos, por ende, financieramente cambia el concepto global. El crédito de carbono viene después de todas esas mejoras iniciales.
Los bonos de carbono surgieron tras la creación del Protocolo de Kioto en 2002, un acuerdo global para estabilizar las concentraciones de gases efecto invernadero en la atmósfera.
Chile ratificó las medidas de ese acuerdo, pero, a diferencia de los países desarrollados, no tiene obligaciones jurídicas vinculantes en cuanto a la reducción de emisiones, aunque puede hacer uso de mecanismos de desarrollo limpio y otros que lo favorecen, tanto ambiental como económicamente. Y ahí es donde entran los bonos de carbono.
La propia Unión Europea ha establecido un objetivo global de certificar absorciones netas de CO2 por 310 millones de toneladas para 2030 solamente en el sector de uso de suelos, árboles, plantas, biomasa y madera.
Carboneg, acrónimo de Carbono Negativo, ofrece a los agricultores un contrato que incluye el asesoramiento de las prácticas agrícolas para mantener el carbono en el suelo y corre con el costo de los análisis de suelo y las certificaciones. Se encarga también de la venta de los créditos de carbono.
Los contratos son a 5 años y extensibles por igual período, con un máximo de una década, aunque hay proyectos que se pueden alargar por más años.
La firma checa paga ocho euros (unos $8.000 chilenos) por cada tonelada de carbono capturada, por lo que un predio de mil hectáreas puede llegar a generar $8 millones anuales.
A su vez, cada hectárea regenerada puede dejar de emitir entre 0,8 y 1 tonelada de carbono.
Fuente de publicación original: LaTercera.com
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